A Paraguas le había tocado de nuevo cambiar de paragüero.
Ya había ayudado bastante a la familia anterior, ahora tendría
un cambio de aires.
Llegó una tarde lluviosa de abril. Marta no recordaba haber
comprado ese paraguas, pero estaba en su paragüero.
Le pareció bonito y decidió cogerlo para resguardarse por
el camino. Estaba algo nerviosa. Tenía su primera entrevista
de trabajo después de mucho tiempo.
Había dedicado algunos años a criar a sus hijos y ahora,
necesitaba volver a trabajar. No sabía si sería capaz de volver
a ser publicista. Hace unos años era muy buena en su trabajo,
ahora habían cambiado mucho las cosas.
Al salir del portal, abrió el paraguas. Le pareció precioso: un puño
elegante, unas varillas de unos tonos suaves y una tela
transparente que dejaba ver caer las gotas de lluvia sobre él.
Paraguas estaba orgulloso de su aspecto. Siempre intentaba
adaptarse a los gustos de los habitantes de la casa, y esta vez
podía sentir que Marta lo miraba con buenos ojos.
Al cogerlo por el puño, paraguas, como otras veces, podía notar
con claridad lo que la persona sentía. En este caso Marta
estaba muy insegura, no se sentía preparada para afrontar
el nuevo reto que se presentaba ante ella. En el fondo sabía
que podía hacerlo, pero mil dudas le pasaban por la cabeza.
Ése era el momento de Paraguas. Debía ayudarla. Y ya que
estaba bajo su protección podía hacerlo.
De repente Paraguas empezó a brillar en la zona del puño,
algo que pasó desapercibido para Marta, ya que iba
concentrada en todo lo que tenía que decir.
De repente Marta empezó a sentir una seguridad que nunca
había sentido, o al menos hacía muchos años que no sentía.
Se veía capaz de asistir a la reunión, de contar todo lo que
se había formado para poder volver a su profesión y por supuesto
sabía que si aún así no salía bien, podría encontrar cualquier
otro empleo. De repente sentía que podía hacer cualquier cosa.
Y es que ése era el efecto que creaba Paraguas. Eso era lo que
más le gustaba de poder existir. Hacía sentir bien a las personas.
Sólo tenían que abrirlo y guarecerse de la lluvia con él.
El agua le daba su poder.
Recordaba entonces como en una ocasión, un chico intentó
usarlo sin que estuviera lloviendo. Había sentido algo especial
bajo el paraguas y quería volver a sentir la inspiración para escribir.
No llovía, pero aún así, el chico lo abrió y se puso debajo.
No funcionó. A paraguas le dio pena que lo dejara de nuevo en el
paragüero para no cogerlo más. El chico pensó que sólo era cosa
de su imaginación. La inspiración que sintió la primera vez,
no podía ser cosa de magia, pues la magia no existía. A paraguas
le hubiera gustado ayudarle de nuevo, pero abrirlo dentro de casa,
no funcionaba.
El agua era imprescindible para que el poder de Paraguas llegase
a la persona que se guarecía bajo él. Lo había visto en muchas ocasiones.
Ahora tenía que concentrarse en Marta, pues para ella era importante
volver a trabajar, podía sentirlo.
Dejó a Paraguas en el paragüero de la oficina y entró a la entrevista.
Allí paraguas no podía saber lo que ocurría, pero sabía que Marta iba
sobradamente motivada.
Cuando salió, cogió a Paraguas y se fue a casa.
Lo primero que hizo al llegar, fue abrazar a su marido sin soltar
a Paraguas.Sabía que el marido de Marta ahora no podía trabajar
por una lesión grave y esto les traería tranquilidad y felicidad
a la familia. Él pudo sentir su alegría. ¡Lo había conseguido!
Después de tantos años sin trabajar, Marta volvía con ilusión.
Eso era lo que más le gustaba a Paraguas. Disfrutaba enormemente
cuando su ayuda tenía consecuencias positivas.
No siempre había sido así. Alguna vez se encontró en casa
de malas personas. Y al abrir a Paraguas tenían deseos que
perjudicaban a otras personas, tenían poder para manipularlas
y que hicieran lo que ellos querían. Y eso, no estaba bien.
Lo malo era que Paraguas no podía controlar quien lo cogía.
Sólo iba de un sitio a otro, no podía elegir.
Su trabajo con Marta parecía haber terminado, lo dejó en el
paragüero varios días sin usar, y eso significaba que
Paraguas, se marchaba.
No sabía a donde iría, pero tenía la esperanza de que quien
lo encontrase, pudiera hacer un buen uso de él.
¿Alguna vez has visto en tu paragüero un paraguas que
no habías visto antes?
Quizás sea Paraguas, el de nuestra historia.
¿Has pensado qué harías con él?.
No siempre tenemos el poder de hacer las cosas bien, a veces necesitamos ayuda. No siempre la ves, no siempre la coges. Pero si estás atento y receptivo, esa ayuda llega y te ilumina.
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