MOMENTO CHARCO

  

Es el momento que todo niño espera cuando llueve. 

Ves desde las ventana las gotas caer al suelo. Allí donde sabes que se van a hacer charcos. Al poco tiempo noto como está recibiendo más y más gotitas que lo hacen crecer. 

Llega un momento en su crecimiento en el que ya son aptos para meter tus botas. Ahí ya nace la ilusión. Nace el querer meter tus pies en el charco y notar el frescor del agua através del plástico de las botas. Es una sensación como ninguna otra. Estás en el agua, pero no puedes mojarte. Pisas despacio, dejando que la bota se hunda lentamente, sintiendo como el agua se aparta para dejar paso a tu bota. Y no, no te mojas. El agua se aparta, sí, pero no sin dejar que veas cómo lo hace. Sus ondas se extienden a todo el charco y puedes ver como se agrandan lentamente. 

Luego haces lo mismo con el otro pie. Y ocurre lo mismo. Te atreves a alternar los pies, hundiéndolos cada vez más rápido en el antes, solitario charco. Ya no está solo, alguien juega con él.

 A la vez que ves como se mueve el agua y sientes su movimiento a través de las botas, puedes sentir la alegría contagiante del charco. Sonríes sin saber por qué. Pero en el fondo lo sabes...Tu niño interior se muere por salir a saludarte y quiere saltar en ese charco. 

Saltas, saltas y te mojas el pantalón, que ahora está mojado y más pesado. Sabes que no has hecho bien mojándote, pero la sensación de libertad te invade y te da igual. Te da igual que te vean saltar en el charco. Te da igual el pantalón mojado. Vale la pena por ver sonreír al charco y ver como sus gotas de alegría saltan para mojar tus manos, tu cara, tu pelo...Tu sonrisa ya es carcajada, y tu niño ahora ya ha salido a jugar.¡ Qué feliz te sientes al poder ser niña otra vez!.