Quizás no sea una gran obra maestra; quizás sea tan sólo un pequeño cuento que un día quise imaginar para mis hijos; pero desde luego, quise impregnarlo de valores. Siempre he pensado que los cuentos son para eso, para poder transmitir valores que quizás día a día, con la rutina y el estrés, pasamos por alto contagiar a nuestros hijos. Los cuentos nos recuerdan que existen, que debemos trabajarlos y hacerlos visibles a la sociedad.
Mi gran pluma blanca no es una excepción. Os dejo el texto de la contraportada para que podáis ir bicheando lo que he intentado transmitir.
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