miércoles, 30 de noviembre de 2022

Me encanta ser maestra

 Pues sí, me encanta ser maestra.

Me encanta llegar al cole cada mañana, porque siempre hay gente sonriente esperándome.

Me encanta mirar a la cara a esas personitas y pensar qué les apetecerá aprender hoy.

Me encanta poder enseñarles cosas nuevas cada día.

Me encanta pensar en cómo enseñarles a leer, escribir, sumar, restar...y que les sea divertido.

Me encanta saber que soy útil a sus padres, a mis compañeros, a la sociedad.

Me gusta pensar que de alguna forma participo en un gran proyecto gigantesco para cambiar el mundo.

Me gusta dejar que mi profesión se adueñe de mi vida casi todas las horas del día.

Me gusta que casi todo lo que ideo, al final termina sirviendo para ponerlo en práctica en el aula.

Pero no, no me gusta estar pendiente de una pantalla todo el día.

No me gusta redactar mil papeles para personas que ni siquiera van a pararse a leerlos.

No me gusta que después de quitar horas y horas de tiempo en familia, con los míos, mi profesión sea menospreciada.

No me gusta ver como mis compañeros y compañeras del equipo directivo, no descansan ni en fin de semana.

No me gusta pensar que en cualquier momento llegará alguien con más poder y me exigirá cambiar de nuevo todo lo que me he esforzado en aprender durante varios años, sea mejor o peor.

Porque no, señores, no me gusta perder el poco tiempo que estoy en casa en tener que realizar más y más papeleos cada vez que a alguien se le ocurre otra genialidad para enseñar a nuestros alumnos. Alumnos que no conocen. Alumnos que algunos ni han tratado. Alumnos que cada día están más necesitados de apoyo emocional y personal y a los que estamos fallando por estar tantas horas delante de las pantallas.

Necesitamos estar con ellos. Averiguar qué les motiva, escucharlos, aprender de ellos para poder enseñarles lo que no saben.

Sinceramente creo que un maestro no debe ser un administrativo lleno de papeleo. Sino un aventurero cargado de conocimientos, deseoso de transmitirlos de la forma que cada alumno y alumna necesitan cada día. 

Miremos a nuestros niños y niñas. 

Miremos sus caras y sus mentes.

Miremos cómo nos hablan, cómo nos explican cada día casi sin hablar, todo aquello que necesitan.

Si estamos atentos, los veremos y escucharemos.

Y si en algún momento nos dejan ser maestros y maestras de verdad...

Les enseñaremos de verdad.


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