“ Un día eres joven y todos te quieren y te miman. Al otro, eres vieja
y eres un estorbo para todos”
Así pensaba Silla ese fatídico día. Recordaba los tiempos en
los que ella era una silla nueva.
La habían llevado a una casa con un patio precioso, lleno de flores.
A Silla la usaban para adornar el patio y para que las visitas pudieran
estar un rato descansando y charlando con Manuela y Fermín.
A menudo venían vecinas y familia, y el patio era un sitio fresquito
para pasar el rato junto a un montón de flores. Las había de todos
los colores, las macetas estaban colgadas por la paredes y algunas,
más grandes, posadas en el suelo.
Silla era parte de esa decoración tan bonita.
-Me encanta tu nueva silla de enea- le decían a Manuela
Y es que era una belleza. La habían pintado de rojo, con unas flores
de colores preciosas. Estaba orgullosa de su papel. Debía hacer que
las visitas se sintieran a gusto, como en casa.
Los años pasaron y Silla ya no era tan nueva, así que pasó a ser
mueble interior para que no se estropease tanto en el patio.
Manuela le tenía cariño y no quería que se estropeara.
Así que empezó a ser el asiento de los niños. A Silla le gustaba que
ellos se sentaran encima, pesaban poco y les gustaba contar chistes
o cantar. Así estaba entretenida.
Los niños crecieron y los nietos de Manuela volvieron a llenar las
sillas del interior de la casa. Silla ya era un poquito más vieja, pero
aún era una de las favoritas de los niños. Les gustaba poner música
y jugar al juego de “la silla” y ella siempre era la última en ser
descartada, así que disfrutaba de todo el juego.
Los nietos empezaron a crecer y los juegos también. A veces los
juegos no tenían en cuenta la antigüedad de Silla, por lo que los
saltos sobre ella eran frecuentes.
Ése fatídico día, Raúl saltó tan fuerte, que hizo un agujero enorme
a Silla, algo que Manuela se tomó muy a pecho..
Muchos años eran los que Silla había estado junto a Manuela y
su familia.Por eso, ese día Silla se sentía tan vieja, pensaba que
ahora ya era un estorbo, seguramente tendría que marcharse,
la llevarían al contenedor.Ya nadie podría sentarse en ella.
Pero Manuela no quería tirarla, le tenía mucho cariño, aunque
ya no serviría para sentarse.
Entonces Lucía, la madre de Raúl tuvo una idea.
Los tiempos habían cambiado y la forma de decorar también, y
a Lucía le gustaba cambiar ella misma la decoración de su casa,
por lo que quiso ayudar a su madre a reubicar a Silla.
La lijó y quitó el color rojo desgastado. La dejó en su color natural.
-No está mal- pensó Silla. Me siento muy bien sin tanta pintura vieja.
Después Lucía quitó la enea del asiento y en el hueco que quedó,
metió una maceta preciosa llena de bonitas flores, que alegraron a
Silla de forma impresionante.
Ahora Silla era de nuevo feliz.
Pasó a ser parte del patio de flores otra vez. Estaba en un lugar
distinguido y todo el que pasaba a ver el patio, reconocía la belleza
de Silla y sus flores.
Cuando Manuela fue ya muy mayor, se fue a vivir con su hija Lucía,
pero no se olvidó de ella. La quiso llevar también a casa de Lucía.
Silla pensó que era muy afortunada por todo lo que había vivido en
esa casa, pero sin duda en la nueva , también sería muy feliz y viviría
muchos buenos momentos reconvertida en cualquier cosa
que Lucía imaginara.
A veces nos sentimos cansados, viejos y gastados...
Pero eso no significa que no podamos ser útiles.
No sabemos cómo la vida nos quiere sorprender,
pero en ocasiones, si observamos bien,
nos tiene reservadas muchas flores que cuidar.
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