Calcetín se sentía afortunado, era parte de una pareja. Siempre iban juntos
a todas partes.
Les gustaba acompañar a Sara en los paseos por el parque, a visitar a los
abuelos, inclusoa ver al pediatra.
Sara iba creciendo y a veces se quitaba a su pareja de sus piececitos y lo
tiraba al suelo como un juguete. A él no le hacía mucha gracia que
lo separasen de su pareja, pero siempre volvía rápidamente, pues
los papás de Sara no querían perderlos.
A Calcetín le encantaban los papás de Sara. Cuidaban de él, le quitaban
las manchas de fruta o papilla y lo bañaban para que oliera súper bien.
Pero lo que más le gustaba era cuando los guardaban juntitos en el cajón
y podían descansar.
Un día salieron al parque, y esta vez Sara, no decidió quitarse el otro
calcetín, le tocó a él, a Calcetín. El pobre sufrió un tirón y fue
espachurrado antes de ser abandonado desde el carrito en el paseaban.
Con tan mala suerte, que los padres de Sara no lo vieron. Quedó
enganchado en un arbusto del camino.
Calcetín pensó que no tardarían en darse cuenta y volverían a por él.
Pero no fué así. Estuvo toda la tarde y toda la noche allí.
Calcetín aguantó agarrado al arbusto todo el tiempo, para no perderse.
El viento sopló y le era difícil aguantar, pero lo hizo.
Unas nubes grises llegaron y la lluvia lo mojó, pero él aguantó.
Tanto resistió, que a la mañana siguiente, Calcetín seguía allí,
enganchado al arbusto del camino.Se sentía triste, pues se había
separado de su pareja. Tampoco tenía a Sara, ni a los papás de ésta
para limpiarlo y dejarlo descansar en el cajón.
Calcetín decidió entonces que esperaría un poco más y mientras tanto,
podría disfrutar del paisaje. Veía pasar a muchas personas dirigiéndose
al trabajo, a correr, pasear…Y a algunos niños que iban al colegio,
acortando por el camino del parque.
Pasó la mañana muy entretenido, además el sol lo estaba secando de forma
lenta y agradable.
Se dio cuenta de que le gustaba estar allí. Disfrutaba del calor y la brisa.
Se mantenía entretenido viendo personas y bichitos. Pensó que aquello
tampoco estaba tan mal.
Pero llegó el mediodía y los niños volvían a casa del cole, y sin saber
por qué, una niña se acercó a él y lo cogió.
-¡Qué bonito!, y qué pequeño…Debe ser de algún bebé. Qué pena, lo habrá
perdido.-dijo la niña.
Miró alrededor y no vio a ningún posible dueño.
Lo guardó y lo llevó a casa. Le dió un buen baño, lo secó y lo rellenó
con algodón.
Calcetín se sentía más a gusto que nunca. Era blandito y tenía un tacto
agradable.
Poco después, decidió cerrarlo cosiéndolo con un bonito hilo de color
blanco. Eso hizo algo de cosquillas a Calcetín. Quien no se quejó tampoco,
cuando la niña, con ayuda de su madre, le colocó una cinta para ir colgado
de su mochila.
A Calcetín le pareció una idea genial. Ahora podría acompañar a Delia en
sus aventuras y eso le emocionó.
Pensó entonces en su pareja, y en qué habría sido de ella. Pero se consoló
pensando que estaría bien, y seguro que alguien lo cuidaría igual que Delia
estaba cuidando de él.
Calcetín llegó a la conclusión de que quizás tanto él como su pareja habían
sido muy felices con Sara, pero que ahora, a lo mejor también podían ser
felices por separado. Harían cosas diferentes y quizás emocionantes.
Un día volviendo del cole con Delia, Calcetín vio cómo, del espejo retrovisor
de un coche, colgaba un calcetín idéntico a él. ¡Era su pareja!. Seguramente
los padres de Sara quisieron conservarlo para que les acompañara en todos
sus viajes.
Estaba seguro de que, aunque de formas diferentes, a los dos les esperaba
una larga vida con nuevas aventuras en buena compañía.
Quizás la vida a veces nos trae imprevistos que nos cuesta aceptar.
Nos separa de seres queridos y nos hace cambiar el rumbo.
Pero cambiar el rumbo, no significa que no disfrutemos del viaje,
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