viernes, 21 de abril de 2023

TACITA

- Voy a tomar un café, ¿quieres uno?-

Esas palabras, hacían que Tacita se pusiera de los nervios. Era su turno.

Cada mañana, se preparaba para contener el café de Carla. Le encantaba

sentir el calorcito por la mañana y escuchar la conversación de Carla y

su madre, Estela.

Luego le darían un baño fresquito en el fregadero y la secarían con cuidado

para colocarla en su lugar junto a las demás tazas.

Tacita era  especial para Carla. La había traído desde muy lejos como

recuerdo de un viaje y, desde entonces, era su favorita para tomar un café.

Era diferente a las demás. No tenía un mensaje motivador,

ni una foto de amigas impresa, ni tampoco tenía un tamaño parecido.

Tacita era más pequeña y tenía pintados con mimo, unos detalles florales.


A tacita le encantaba que viniesen visitas a casa. Sobre todo cuando Carla

era la anfitriona del club de lectura. Entonces Carla la sacaba y presumía

de ella ante sus invitadas. Su amiga Marta siempre decía que

le encantaba esa taza.

Le gustaba escuchar cómo conversaban sobre los diferentes libros

que leían.

Y tacita sentía que viajaba a esos mundos imaginarios o a  esas épocas

de las que hablaban. 


Cuando venían los sobrinos de Carla, tacita sentía algo de miedo, pues

había visto cómo rompían el asa de una de sus compañeras de alacena.

La pobre taza en la que se leía “ Hoy es un buen día para sonreir”, ya

no estaba nada de contenta sin su asa.

Así que, cuando Juan y Jimena llegaron a casa, a Tacita casi se le

derrama el contenido.

Carla se había hecho un té, y los estaba esperando con emoción.

Pero tacita sentía miedo. No quería acabar sin asa o peor aún,

en la basura como la pobre ”Ama tu vida”: Se rompió al sacarla

del lavavajillas y fue un destrozo tal, que no intentaron arreglarla.

Juan y Jimena venían con juguetes nuevos para enseñarlos a

su tía  y estaban especialmente contentos con el balón .

Carla los invitó a salir al jardín para que no rompieran nada con él.

Así que Tacita respiró tranquila en la cocina viendo desde la

ventana, cómo jugaban los tres en el jardín.

De repente Jimena dio una patada muy fuerte que descontroló

la dirección del balón, y como no podía ser de otra forma,

fue a parar en dirección a tacita. 

Tacita se sintió caer al vacío. Vio su cuerpo roto en muchos

pedazos y comenzó a pensar que Carla se desharía de ella

en la basura.

Pero no fue así. Cuando Carla la vio allí tirada en el suelo

rota en pedazos, se puso muy muy triste, y sus sobrinos también,

por lo que decidieron entre todos recoger todas las piezas

para intentar pegarla.

-Sé que es tu favorita tía Carla, lo siento mucho- le dijo Jimena.

Quizás deberíamos llevarla a casa de nuestra vecina Aiko,

restauró para mamá un jarrón que se rompió y quedó muy

bonito. Aseguró.

Así lo hicieron y Tacita estuvo muy a gusto con Aiko, quien

al verla supo lo que haría por ella. Usó para restaurarla la

técnica llamada “Kintsugi” en la que se unen las piezas

con barniz de resina, espolvoreada de oro. 

El resultado fue fascinante. Tacita no sólo se sentía

restaurada, sino que ahora se sentía más fuerte y bonita.

Todos al verla, admiraban la obra de arte en que se había

convertido y desde entonces ya no tenía miedo a romperse,

sabía que aunque al principio era feliz, siempre vivía con

miedo. Ahora disfrutaba mucho más cuando venían los

sobrinos de Carla y cuando venían visitas, ya que no

temía a nada que pudiese pasar. Sabía que siempre

podría volver a reconstruirse y convertirse en una taza mejor.


A Veces tenemos miedo a rompernos, a no poder más.

Pero cuando al final ocurre, no sólo logramos pegar

nuestros pedazos, sino que nos damos cuenta de lo mucho

que hemos aprendido y lo fuertes que nos hemos hecho

en el proceso.

 

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