Desde el principio, fue creado como un gran libro.
Un maravillo ejemplar protegido con cubierta de cuero
y detalles de metal dorado. La intención de su creador
era que dentro de esa majestuosa obra, se contasen las
grandes hazañas de reyes, caballeros y nobles de su país.
Libro contendría información importante. Historias que se
trasladarían de generación en generación.
Y así fue. Libro era admirado por todos, su sabiduría era
innegable. Si querías buscar algo sobre una batalla importante
del país…Allí estaba Libro para contártelo.Si querías saber cómo
llegó la seda al país en grandes cantidades,
Libro tenía las respuestas.
¿Y si querías saber con quien se casó un rey después de
enviudar? Pues también contenía esa información.
Realmente, su creador, hizo un gran trabajo. O eso pensaba Libro.
No había mejor libro que él. Todos querían aprender de memoria
los versos que el príncipe mandaba a su prometida antes
de casarse, y los niños siempre estaban ansiosos de aprender
a leer para poder acceder a su contenido.
Todos los libros querían ser como él. Y con el tiempo,
fue pensando que tenía una gran responsabilidad. Guardar
todas esas historias, era ardua tarea. Con el paso de
los años, alguna página se doblaba o se rompía. Algunos
se atrevían a subrayar algunas frases, e incluso uno de
los lectores intentó arrancar una página en la que había
escrito un tradicional hechizo que, contaban, era el que
usó una simple campesina para lograr casarse con un
príncipe. Pero Libro estaba decidido a que ninguna página
fuera arrancada, así que agarró bien la hoja para no perderla.
Tanto le costó a ese desalmado, que la dejó por imposible
en su sitio.
Después de ese esfuerzo, Libro comenzó a pensar en lo difícil
que era su trabajo. Definitivamente, otros lo tenían más fácil.
No hubiera estado mal ser un libro de cocina, no a todo
el mundo le gustaba cocinar, y quizás no tuviera tantas visitas.
Luego pensó que quizás lo mancharían de chocolate o salsa,
y al estar junto a los fogones…¡ podría salir ardiendo!
También pensó que si fuera un cuento para niños, algo más
cortito, a lo mejor no pasaría mucho tiempo en las manos de la
gente y se estropearía menos. Luego recordó lo que pasó
con un cuento que conoció. Un niño se peleó con otro por
querer cogerlo, y terminó roto por la mitad.
¿Y si fuera un atlas? Eso seguro que le encantaría. La gente
lo abriría cuando quisiera ver cómo es el mundo. Buscar otro
país, planear vacaciones…Y cuando pensó en planear, le vino
a la mente los mapas que había visto usar para crear absurdos
planes de batallas. Guerras en las que se perdía a gente de
forma absurda. Definitivamente, no quería ayudar a eso.
Tampoco le convencía del todo ser un atlas.
Incluso se le ocurrió que quizás podía haber sido un libro religioso,
un libro sagrado que todo el mundo cuidase con mimo.
Eso no estaba mal. Aunque también recordó que muchos
habían sido quemados en la hoguera, cuando habían cambiado
las creencias religiosas de los reyes y gobernantes del país.
Libro pensó en multitud de posibilidades en las que podía haber
sido un libro diferente, más o menos interesante, más o menos
divertido, o más o menos famoso.
Llegó entonces a la conclusión, de que todos los libros tenían
sus cosas buenas y sus cosas malas. Todos.
Quizás no estaba tan mal ser quien era. Al fin y al cabo tener
tanta sabiduría, le permitía poder soñar con ser otros libros de
vez en cuando. Pero cuando pensaba en su contenido, sin duda
se quedaba como estaba. Le había cogido cariño a sus personajes,
sus poemas, sus sentimientos, sus estrategias y sus líos
matrimoniales. Si realmente lo pensaba, Libro era bastante guay.
O eso decían los niños que lo tenían entre sus manos en esos
momentos.
―¡Hala!, mira Jorge, aquí dice que el Rey Perico, venció la
batalla decisiva de la guerra de los 10 años con tan sólo
15 hombres. ¡Qué máquina!―
―¡Qué guay!―
A veces nos empeñamos en ser como otras personas.
Y en ocasiones, podemos pensar que ellas lo tienen
más fácil o que sus vidas son más interesantes.
Pero cada situación que vivimos, es una página
nueva que escribimos en nuestro propio libro.
Puede que si la leemos con tranquilidad, pensemos
en por qué la escribimos. Quizás seamos fuente
de sabiduría para otras personas sin saberlo.
Siente orgullo de tus páginas.
Piérdete en ellas… y disfruta.